Uno de los aspectos más importantes para lograr que un equipo triunfe es consolidar la “unión del grupo”. Y los campeones del primer y único mundial en la historia del básquet nacional en 1950 han dado muestras de ello. Y lo continúan haciendo aún hoy reuniéndose, muchos de ellos, los días miércoles a comer. Y lo harán también hoy, a 60 años exactos del triunfo por 64-50 frente a Estados Unidos en la final.
La sede es el restaurante “El Negro” del Club Palermo, en donde el base del equipo campeón Ricardo González es presidente honorífico e ídolo. El Negro pasa gran parte del día en el club, lugar que considera su “segunda casa” y donde es reconocido por todos. Pese a no tener actualmente un cargo formal en el club, se lo puede ver constantemente dando indicaciones a los empleados. “Esas flores hay que ponerlas urgente en los canteros. No importa si el domingo vienen los pibes y las rompen”, ordena el integrante del salón de la fama FIBA.
El último integrante es Ignacio Poletti, quien fue el encargado de pasar a buscar a Monza por su casa. Es el más joven de los tres y es unos de los pocos del interior que formaron el equipo. “En el Mundial era muy joven, por eso me toco jugar poco. Yo venía del interior y lo que viví en la final fue único, sorprendente. No me lo olvido más”. Es el más callado de los tres y prefiere escuchar a sus compañeros, pero al ser consultarlo por material fotográfico del Mundial dispara: “Por eso preguntale al Negro o a Monza. Yo en esa época estaba solo en Capital y me dedique a la joda”.
Comenzada la cena, las anécdotas vuelven a aparecer. “En la final, nosotros queríamos jugar con la pelota de la época y los yanquis con una similar a la actual. Así que se resolvió jugar un tiempo con cada uno. Igual les ganamos los dos”, recuerda con una sonrisa González, a quien es común ver mostrando, con una memoria envidiable, las fotos y trofeos que adornan el restaurante y la oficina del club.
“El encuentro con Perón después del Mundial fue tremendo. Muy pocos éramos peronistas, pero al salir de ahí por el carisma del tipo salimos todos peronistas”, explica Monza, quien en esa época se encontraba cumpliendo servicio en Aeronáutica y Perón le otorgó la baja en reconocimiento. Y González agrega: “Lo más importante fue lo que nos dijo Perón: `A mi no me preocupan las ideas políticas que tengan. Lo que ustedes acaban de hacer por la Argentina es mejor que el trabajo de cien embajadores”. Por su parte, Poletti prefiere destacar la buena conformación que hizo el entrenador Canavesi: “El mix que se formo entre el talento de los jugadores de capital y la fuerza y rudeza de los del interior fue la clave para ganar”.
Un tema que no tienen problemas en contestar si se lo preguntan, pero prefieren evitar en sus habituales charlas, es la absurda suspensión de por vida que sufrieron en 1956 por considerarlos profesionales. Sin embargo, es un tema que no hay que olvidar y el próximo posteo se dedicará al “genocidio deportivo” que sufrieron estos jugadores y que afectó notablemente a todo el básquet nacional.
Partido final: Argentina 64-Estados Unidos 50Fecha: 3 de noviembre de 1950.
Argentina (64): Viau 2, González 7, Uder 1, Furlong 20 y Contarbio 8 (fi) Bustos 1, Del Vecchio 14, Pérez Varela 4, Menini 7, Monza 0 y López 0. Entrenador: J. Canavesi.
EE.UU. (50): Slocum 8, Langdom 6, Stanich 11, Reese 3, Kahler 5, Metzger 3, Parks 2, Jaquet 2, Fisher 0, Haffley 6 y Williams 4. Entrenador: Gordon Carpenter.
Primer tiempo: Argentina 34-24. Estadio: Luna Park.
Argentina (64): Viau 2, González 7, Uder 1, Furlong 20 y Contarbio 8 (fi) Bustos 1, Del Vecchio 14, Pérez Varela 4, Menini 7, Monza 0 y López 0. Entrenador: J. Canavesi.
EE.UU. (50): Slocum 8, Langdom 6, Stanich 11, Reese 3, Kahler 5, Metzger 3, Parks 2, Jaquet 2, Fisher 0, Haffley 6 y Williams 4. Entrenador: Gordon Carpenter.
Primer tiempo: Argentina 34-24. Estadio: Luna Park.
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